Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 24 de noviembre de 2013

Sobre la libertad (2)

Café Filosófico en Vélez-Málaga 5.4
21 de noviembre de 2013, Cafetería Niza, 18:00 horas.



Yo le he ganado ya al mundo
mi mundo. La inmensidad
ajena, de antes, es hoy
mi inmensidad.

Juan Ramón Jiménez


¿Nuestra libertad tiene límites?

Estábamos allí, muchos jóvenes y algunos adultos para continuar indagando filosóficamente. En la popular
Cafetería Niza de Vélez-Málaga, después de una mañana muy filosófica, pues ésta era nuestra manera de celebrar el Día Mundial de la Filosofía, auspiciado por la UNESCO: una tempranera lectura filosófica de la Apología de Sócrates y un café filosófico vespertino. La lechuza de Minerva presidía la reunión, en un espacio que ya no era para fumadores, pero lo había sido.

Allí estábamos no ya para vivir, sino para pensar juntos cómo vivimos. ¿Hay algo que me guste especialmente del mundo en que vivo? Algunas veces es más fácil referirse a lo que no nos gusta. Nada que reprochar, en estos tiempos difíciles en que vivimos. Pero es muy saludable apreciar que hay muchas cosas que también merecen la pena en el mundo en que me ha tocado vivir. Y así comenzó la ronda de presentación de los asistentes, previsiblemente respondiendo a la pregunta que traía el moderador. Sin embargo, subrepticiamente, las respuestas se deslizaban continuamente hacía lo que me gusta y no lo que me gusta del mundo en que vivo. Es diferente, y está conectado, pero hay que distinguirlo: lo que me gusta de mi vida y lo que me gusta del mundo en que vivimos. Soy capaz de salir de mí o no lo soy. Mi mundo está en el mundo, pero no es el mundo. Un poco de objetividad puede venir bien de cuando en cuando. Así que, aunque en el fondo siempre hablemos de nosotros mismos, sabré mejor lo que procede de mí y lo que me ha sido dado, que además puedo compartir con otras personas.

Hay que decir que los participantes apuntaban certeramente, cuando se empeñaban una y otra vez en hablar de sí mismos. Nunca hay que desdeñar la intuición de un grupo de personas. Era muy relevante, no ya hablar de las mimbres que nos vienen dadas por la vida para construir el cesto de nuestra vida, sino del partido que cada uno de nosotros sabemos sacarle a dichos ingredientes no elegidos, puesto que allí, aquella tarde, se iba a investigar juntos sobre la libertad (¡!) Ellos “ya lo sabían”. Y este vaivén desde el nosotros a lo dado más allá de nosotros, y vuelta, siguió presente organizando toda la discusión.

Había duros competidores temáticos (el todo vale, la vida tras la muerte, el compartir, el lado bueno de las cosas), pero acabamos preguntándole a la libertad y no a otra cosa, si su entrega a nosotros era total o se reservaba algo para sí misma. ¿Nuestra libertad tiene límites? Como punto de partida, de un modo tácito, estaba claro para el grupo que no somos del todo libres —podríamos llamar a esto libertad absoluta—, ni tampoco nada libres —es decir, que estamos totalmente determinados—, de ahí que el planteamiento sobre los límites de nuestra libertad parecía bastante sensato, ya que no somos capaces los seres humanos de aseverar con total certeza ninguno de los dos extremos. La vida humana es posible que transcurra en su franja intermedia, entre la inmensidad ajena del mundo y mi propia inmensidad sentida. Veremos a ver.

—Mis padres mi limitan mucho —afirma una joven participante.
—No, cuando te limitan ahora, es para abrirte posibilidades futuras —le replica uno de los participantes adultos.
—La auténtica libertad ha de medirse por lo que hacemos, por lo que nos lleva a hacer. Si los efectos que se producen, a consecuencia de mi libre decisión, son negativos o dañinos, entonces no sería una buena libertad.

Los participantes se apremian a distinguir entre libertad de pensamiento (interior) y libertad de expresión (un modo de libertad externa), y, con lo dicho, ya nos había aparecido un límite de la libertad. La libertad exterior es obvio que tiene frecuentemente muchas limitaciones, pero ahora también la libertad de pensamiento, pues habría de contener ideas adecuadas y no lo contrario.

Pregunta el moderador:
—Si no puedo manifestar mis ideas, ¿soy libre?
—De ninguna manera —se responde—. ¿De qué serviría? No podría plasmarse de ningún modo, y sería como si no existiera.

Como estáis viendo, se centra la discusión en la libertad interior o de pensamiento, y creen haber encontrado
otro límite suyo: estar bien informado. En general: estar bien preparado para hacer un buen uso de tu libertad, es un requisito imprescindible —se subraya—. Pero ¿cómo saber que uno está bien preparado?

—Observando las reacciones de los demás a tus propuestas.
—Sus expresiones.
—(De nuevo): las consecuencias o efectos que provoca.
—Si se produce una parálisis del pensamiento y no puedes ir más allá.
—Y, nunca estamos preparados del todo. Es un proceso que nunca acaba.

Hace notar el moderador que los argumentos están llevando a salir fuera de nosotros mismos, de nuevo, así que sugiere analizar si uno deja de ser libre, aún cuando los demás no aprueben lo que decimos.

—No se deja de ser libre. Incluso, el error tampoco lo impide. Además equivocarse es bueno y necesario.
—Y la creatividad, ¿dónde quedaría?
—¡Eso es! ¿En dónde quedaría?

Madura un poco más esta idea entre los concurrentes y el moderador considera que puede ser una buena manera de probar nuestra libertad dentro de sus propios límites, a través del análisis de la acción creadora, por si acaso fuera ésta un campo de pruebas idóneo. En su seno, quizás fuera posible el equilibrio entre libertad interior y exterior…, donde los seres humanos, aunque no seamos libres, seríamos libres siquiera un instante. Y se nombran ejemplos de actividades creativas, como la música y la pintura, los momentos en que el artista cede el lugar a su inspiración y produce algo nuevo (o el espectador lo aprecia). Inexistente. No deducible de lo anterior. Una fuga en el corazón mismo de la inmensa, supuestamente, determinación del mundo. Algo no previsto, único y precioso. Una existencia desprendida de la Existencia. Un ente desglosado del Ser. Ahí, en ese instante, no habría límites.

—Tú puedes ser creador de tu propia vida.
—Con las mimbres que se ten han dado.
—Juegas tu partida con las fichas que ha repartido para ti la suerte.
—Una partida que es única. No hay otra igual. Es la tuya, diferente a la que jugaría cualquier otro jugador con idénticas cartas.
—“He arrancado al mundo mi mundo” —apostilla, citando de memoria, una participante adulta.


Preciosos momentos presentes en los que se jugaría la vida humana, en el interregno de la ilusoria dualidad que media entre la libertad total y el límite absoluto. El momento más libre, más real, tanto que nada ni nadie podría arrebatártelo. Con esta satisfacción del vivir, el grupo se sintió —en líneas generales— bastante aliviado y contento, de manera que al moderador le pareció un buen momento para dar por finalizada la discusión —no el tema, obviamente, que quedaba abierto y activo en la mente de cada uno de los participantes—. Aquella tarde en que pudimos palpar un poco de la libertad, saboreando algo de su néctar a través de la consideración del acto creador…, de tu propia vida.

2 comentarios:

  1. Libremente fui a mi primer café filosófico y tras la charla libres son los pensamientos, al menos en un tiempo acotado.

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