Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

miércoles, 3 de junio de 2015

Sobre el propósito en la vida

Café Filosófico en Vélez-Málaga 6.9
15 de mayo de 2015, Centro de Arte Contemporáneo, 17:30 horas.



“No pueden [ustedes] conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo — su instinto, su destino, su vida, su karma, lo que sea—. Esta perspectiva nunca me ha decepcionado y ha marcado la diferencia en mi vida” (Steve Jobs, Discurso durante la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford, 2005).


“Cuando yo voy permitiéndome sentir todo, sin reaccionar agresivamente, sin huir, entonces llega un momento en que, después de pasarlo mal y permitir que este pasarlo mal lo viva abiertamente, con sinceridad, a fondo, curiosamente desaparece el malestar” (Antonio Blay, Ser).


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Centro de Arte Contemporáneo - Vélez-Málaga
Cada encuentro filosófico es singular, como cada momento de nuestra vida. En este día, la novedad estaba clara: realizábamos por primera vez nuestro café filosófico en el Centro de Arte contemporáneo (CAC) de Vélez-Málaga. Vaya por delante, antes de nada, el agradecimiento de todos los que estuvieron allí presentes. Un florido patio nos acogió apaciblemente, donde la discusión fue mostrándose tímida unas veces y enardecida otras.
Sabiéndolo o sin saberlo, todos buscamos nuestra propia autorrealización —llámale de otro modo, si lo necesitas—. Pero, una condición de suma importancia para esta finalidad sería que no te quedaran demasiados deberes pendientes, que los conflictos —contigo, con los demás— que la vida te ha ido presentando, los hayas podido ir liquidando de la mejor manera posible. Que no se vayan acumulando muchos residuos ahí guardados, en la penumbra inconsciente de la trastienda de tu vivir de cada día. Por otro lado, ¿está clarificado en ti el propósito de tu vida? Si no, no vivirías bien. Preocupaba esto a los participantes de aquella tarde tranquila de primavera, sin terral y a resguardo de los malos vientos.
Y comoquiera que estábamos en un centro de arte, y además, de arte contemporáneo, el moderador tuvo a bien iniciar la sesión —después de haber leído un texto referido a la anterior— con el siguiente interrogante: ¿Cuándo he sentido yo la belleza últimamente? Y actualizaron allí los participantes sus respectivas experiencias estéticas. Y dijeron que ahora mismo, oyendo a los pájaros mientras volaban; y dijeron que contemplando la inocente belleza de las flores que ella misma cuidaba; y dijeron que la belleza está en el ambiente que se crea con pequeñas cosas de la vida; y recordaron la belleza sentida, por ejemplo, asombrándose de la furia iracunda del mar contra un acantilado norteño; cuando visionaba una película “redonda”; mientras paseaba a la orilla del mar; es maravilloso cuando la gente es capaz de tomar decisiones auténticas que proceden de su interior; y cuando la vida le sorprende con gestos, como la risa de su madre enferma, ¡cómo la disfrutaba!; sin embargo, la belleza ya la tienes dentro, está en ti; y está en todos los sitios, pero la apreciarás en la medida en que tú estás allí para apreciarla, tendrás que prestar mucha atención.
Y después, se preguntaron por el PROPÓSITO de estar aquí en este mundo — antes que por el desarrollo de las capacidades humanas o la conmemoración del 15M y su significado—. Pero, comencemos por el principio: ¿Hay un propósito en la vida? Y además, ¿de qué hablamos? ¿Qué significa la palabra “propósito”? De un modo titubeante, acudimos los allí presentes a la etimología: pro / positum, que en latín viene a querer decir “poner algo hacia adelante”, es decir, “proponerse algo”, con su dimensión de futuro ineludible. Tener un propósito podría indicar una meta, una finalidad. ¿Un sentido? ¿Es lo mismo sentido que finalidad o meta? Estas distinciones terminológicas mantuvieron perplejos a los participantes durante algunos instantes. Y mereció la pena, porque si no tenemos claro qué es un propósito, malamente podríamos tener claro nuestro propósito, ni tampoco el propósito de la vida. Afectaba a la cuestión misma que se discutía.

—Mi experiencia como enfermero me dice que el sentido de la vida está muy ligado al sentido de tu vida, necesita ser integrado con el propósito de tu propia vida.
—Pudiera ser que, si preguntamos el para qué del propósito de la vida, entonces hablemos de una meta, y que si preguntamos el porqué, estaríamos hablando del sentido de la vida.
—Puede ser. Y entonces, la meta puede ser algo más interno de la persona y el sentido algo más externo, más allá de nosotros, que me integra en algo más allá de mí mismo.
—Yo, mi finalidad no la veo, la voy descubriendo, la iré descubriendo en todo caso.
—Pero está ahí. Ocurre como cuando entras en una habitación a oscuras, todo ya está ahí, solamente hacía falta que estuviera iluminado.
—¡Muy interesante! Otro ejemplo cotidiano puede ser cuando vamos circulando con niebla, que creemos no ver nada hasta que al irnos acercando todo se va clarificando. Pues igual con la finalidad de nuestra vida.
—Y muchas veces el sentido lo vas descubriendo hacia atrás

Este último comentario encendió rápidamente una mecha entre los participantes: ¿Y si voy siguiendo una meta, una finalidad, un propósito, y esto es hacia adelante, pero el sentido lo descubro hacia atrás, girándome y volviendo la vista hacia atrás, hacia lo vivido? Antes no lo veía y ahora ya lo veo, todo tiene sentido. Perseguía una meta, intuía lo que tenía que hacer, lo que tenía que buscar, lo había anticipado y cuando ya lo he realizado descubro todo su valor, toda su plenitud, un sentido completo. Sin embargo, en este punto emerge una cuestión crítica. Necesario. ¿Y si dicha vuelta hacia atrás no es otra cosa que una justificación, una excusa para autojustificarte?

—Una justificación sí, una excusa, no. No es lo mismo.
—De todos modos, será muy conveniente observar esto con atención, tener cuidado con esto, esclarecerlo en tu vida. Tratar de no autoengañarse.

De hecho muchas terapias psicológicas —señala el moderador— ya trabajan con esta premisa: volver consciente lo inconsciente. Si lo que está inconsciente en ti, tomas conciencia de ello, el condicionamiento inconsciente se desactiva y te libera de sus automatismos, que te llevan a veces a sufrir más de la cuenta.

—Sí, y todos aquellos asuntos que son desagradables y que tendemos a reprimir, son necesarios para poder integrarlos y clarificar nuestro propósito. Son parte de la vida.
—Son una oportunidad.

Efectivamente, porque si logras integrar todos estos aspectos de ti, obtendrás un “yo más integrado”, estado de conciencia en el que pudiera ser que el sentido, tu propósito en la vida, quedara mejor despejado. Pudiera ser más transparente para ti. Pero mientras mantengas deberes pendientes contigo mismo y no entiendas los conflictos como oportunidades de aprendizaje que nos presenta la vida, tu propósito se te escapará entre los dedos. Tu autorrealización está en juego con ello, pues si no hay luz dentro de ti, tu propósito puede quedarse mientras tanto a oscuras. Ellos extrajeron esto para ti. Aprovéchalo.

Satisfecha, al parecer, esta inquietud, el grupo se precipitaba hacia un lugar diferente. O quizás, no tanto. Fue necesario. Entre ellos, apareció la inquietud con la muerte, aprovechando que estaba presente una persona cuyo trabajo le acerca diariamente a esta realidad.

—Según tu experiencia, ¿todo el mundo muere lo mismo? ¿O algunos mueren mejor que otros, más a gusto o más a disgusto?
—El problema no está tanto en los que se van, sino en los que se quedan. Los familiares de la persona moribunda que no lo dejan expresarse. No lo escuchan. Piensan más bien en sí mismos. No soportan el dolor y prefieren darle medicamentos paliativos.
—Sí, en Occidente no llevamos bien la muerte. La queremos dejar de lado y no mirarla de frente.
—Hay un cuento oriental que expresa bien la idea de la muerte como algo natural: “La semilla de mostaza”. —Y lo contó para todos.

—Pues yo no me resisto a regalaros la definición que han dado de la muerte, durante un reciente taller de filosofía en el CEIP El Romeral, unos niños y niñas de 11 años. ¿Qué es el morir?: “Cuando algo o alguien cambia de algún modo, es decir, es el final de una etapa, pero puede comenzar otra”.