Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

viernes, 23 de octubre de 2015

Sobre la fidelidad en el amor

Café Filosófico en Vélez-Málaga 7.1
16 de octubre de 2015, Cafetería Bentomiz, 17:30 horas.



¿El verdadero amor debe ser fiel?

      ¿Hay un Amor (con mayúsculas) o este amor está ya tan pasado como el amor platónico? Bien es cierto que hoy apostamos por el amor real de los sentidos, la emoción y la carne. ¿De qué nos vale querer una imagen, la idea que yo me he construido de lo amado para no reconocer mis limitaciones ni su realidad mundana? Sin embargo, una vez reconocida la realidad, que es la que tienes delante —no busques más—, no te desvíes del compromiso adquirido, pues si no me eres fiel, ya no me quieres, o peor aún, nunca me quisiste. ¿No parece haber aquí un contrasentido, una esquizofrenia? El único amor verdadero debe ser terrenal, pero exigimos una fidelidad sobrenatural. No te pierdas este relato de lo que aquella tarde del viernes 16 de octubre vislumbraron los asistentes al primer café filosófico de la temporada 2015-2016.

domingo, 18 de octubre de 2015

Filosofar con niños y niñas


El arte de preguntar al estilo socrático puedes apreciarlo en toda su extensión y plenitud de la mano de uno de sus mejores practicantes hoy día, el filósofo francés Óscar Brenifier, verdadero “sócrates vivo”. En Internet puedes encontrar numerosos vídeos donde exhibe este arte socrático de la mayéutica. Pero esta metodología también puede aplicarse con niños pequeños y también contribuye a abrir su mente, a desarrollar su juicio propio, su sentido crítico y su autoconocimiento. Como insiste Brenifier, se trata no sólo de ayudar a los niños a pensar, sino de ayudar a desarrollar en ellos sobre todo la capacidad de pensar el pensamiento. Hay diversas técnicas. Por ejemplo, si un niño tiene dificultades para expresar las razones por las que piensa algo —el porqué de su respuesta—,  se le puede proponer una situación absurda para sacarlo del irreflexivo y socorrido “porque sí”, podemos utilizar el modo hipotético, la forma negativa, o bien, podemos solicitar de la clase su acuerdo o desacuerdo con una respuesta de ese tipo. Veamos un pequeño diálogo, que Brenifier transcribe —en su obra La práctica de la filosofía en la escuela primaria—, y que logra sacar a un niño de cinco años de su encerramiento mental:

              — ¿Por qué quieres un postre?
            — No sé.
            — ¿Para jugar?
            — Sí.
            — ¿Juegas con el postre?
            — No.
            — Entonces, ¿quieres un postre porque quieres jugar?
            — No.
            — ¿Por qué quieres un postre?
            — No sé.
            — ¿Es porque tienes sed?
            — Sí
            — Si te doy agua, ¿te estoy dando un postre?
            — No
            — ¿Quieres un postre porque tienes sed?
            — No.
  — ¿Por qué quieres un postre?
  — Porque tengo hambre.

martes, 6 de octubre de 2015

Terapia filosófica

 

     El aprendizaje —siempre inacabado— de cómo vivir bien ha sido el trabajo principal en que se ha centrado la filosofía auténtica de todos los tiempos, comenzando en occidente por la antigua filosofía griega. Y dicho aprendizaje empieza por conocerse a uno mismo, como rezaba una vieja inscripción en el templo de Apolo en Delfos.

      Los diálogos socráticos de Platón —los de su primera época— muestran el arte de preguntar de su maestro. Pero todas las preguntas que Sócrates dirige a su interlocutor, en cada caso, van encaminadas especialmente a poner a prueba su propia vida, la actual comprensión de sí mismo y de su mundo; están dirigidas a examinar cómo va viviendo. De ahí que pueda convertirse este arte de preguntar, que ayuda al “otro” a descubrir por sí mismo quién es y cómo le va su vida, en una herramienta terapéutica. Y no hay modo más certero de conocerse a uno mismo que poner en tela de juicio todas nuestras aparentes seguridades; nada más provechoso para provocar una evolución más allá de tus creencias erróneas o limitadas, que te ayude a transformar tus habituales patrones de conducta, causantes de tu malestar o sufrimiento.

      Recuerda, con Sócrates, que el malvado —es decir el que actúa mal para sí mismo o para los demás—  es en realidad un ignorante, cuya conducta está basada en falsos juicios sobre sí mismo y sobre la realidad. Carencias personales, cuyos efectos podrían gradualmente disolverse, una vez que uno es consciente de ellas, y entiende que, de una manera errónea, sólo buscaba su propio bien.