Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 23 de noviembre de 2015

Sobre las dificultades de la convivencia

Café Filosófico en Vélez-Málaga 7.2
13 de noviembre de 2015, Cafetería Bentomiz, 17:30 horas.



“No lastrar al otro con la propia oscuridad, no dominarlo, no usurparle la libertad, no inflingirle el daño que supondría mermarle su posibilidad de autodeterminación. Que la sombra se proyecte, vertical, sobre uno mismo. De ese modo se alcanza también la fidelidad respecto a sí y la auto-responsabilización. El reconocimiento del otro y su consideración como fin (y no como medio) arraiga en este desafío con que el ser humano se encuentra en la existencia. Es un dar que tiene que surgir de una disciplina respecto a sí: no cegar al otro a causa de la propia oscuridad”.

El ser errático

“Imperativo cenital: Actúa de modo tal que dejes ser en ti la lucidez y valor necesarios para que la sombra de tu locura carencial recaiga sobre ti mismo [y no sobre los demás]”.

El ocaso de Occidente, Luis Sáez Rueda


¿Cómo podemos convivir mejor en la diferencia?

En realidad, cuando hablamos a otras personas —cuando hablamos con otras personas— estamos hablando de nosotros mismos. Y es muy cierto. ¿Lo habéis experimentado? Lo mismo que decimos que vemos el mundo no como es sino como somos, así ocurre cuando vemos a los demás, que son parte de dicho mundo, nuestro mundo. Durante un café filosófico esto puede quedar muy patente y es posible extraer de ello todas sus virtualidades. Cuando hablamos exponemos nuestro interior, lo que somos. Es un modo de realizarnos, de realizar lo que potencialmente está dentro de nosotros mismos. Pero también es un medio por el cual nos enriquecemos unos con otros. Dicen los participantes habituales que ésta es una de sus principales motivaciones para venir a un café filosófico. Nos enriquecemos y nos exponemos, pero al exponernos al espejo de los demás —que nos devuelve nuestra propia imagen reflejada—, somos más conscientes y esto nos ayuda a avanzar en nuestra propia realización personal. Os invita este cronista a contemplar el círculo que es toda interacción humana, anudando el principio de este relato con su final. Tú estás en el otro, pero el otro también está en ti: “Mas busca en tu espejo al otro, / al otro que va contigo, decía Antonio Machado. Va de suyo que este relator escribe también como es, en este preciso momento. Todos vamos aprendiendo.

martes, 17 de noviembre de 2015

¿Qué puede ser eso del amor?


Lo primero es saber que hay variadas maneras de entenderlo —según los aprendizajes y la trayectoria anterior de cada persona— y que, cuando se dan cita en la convivencia diaria, esto produce la mayoría de dificultades y sufrimiento habituales, pues se concitan diferentes expectativas y sus consiguientes frustraciones. Pero además, no se olvide que es también variada la tipología de formas de amarse los seres humanos, desde los amores más básicos o físicos a los más espirituales. El amor de pareja no es el único posible; responde a una fuerza mucho más fundamental que se expresa también a través de las otras formas de amarse: surge de la atracción (Eros) y se dirige hacia un objeto de amor que la persona siente necesario para su propia realización y plenitud como ser humano. Por tanto, el amor es una de las principales —si no la principal— formas de realización personalEl amor es una fuerza unitiva e integradora del universo existente, que en el ser humano se expresa a través del anhelo de la conexióncon todo aquello que sintoniza. Entonces, amar es relacionarse con lo profundo de uno mismo a través de la relación con otro, que es reconocido como un modo expresar su amor. Amar es, entonces, reconocerse en todo lo que hay existente. Pero, si es reconocerse o reencontrarse, esto quiere decir que el amor ya está en todos nosotros. Sólo necesitábamos un rodeo —unas experiencias—, salir fuera para estar dentro más honda y conscientemente. Sin embargo, creer que el amor está en el objeto —fuera— y no en el sujeto—dentro— es lo que lleva a las patologías habituales: pensamos que nos falta el amor, cuando nos falta el objeto de amor.
No se olvide que vivir es relacionarseAsí que al amar uno se relaciona y, al relacionarse, puede llegar a vivir plenamente. Pero si el amor lo buscamos fuera, como si estuviera realmente fuera —como sí que lo está su modo de expresión o desarrollo—, aquello que no depende de nosotros, ¿qué nos ocurre cuando nos falla este objeto de amor? Todos lo sabemos: desde el desengaño al suicidio en casos extremos, desde el odio o la ira a la depresión o la apatía. Pero el amor está ya en ti y es inagotable, puesto que forma parte de tu propia y pura potencialidad de ser. Se puede vivir sin amor, pero no se puede vivirsin amar, sin expresar el amor de alguna manera satisfactoria. Es una fuerza demasiado incontenible.
¿Y qué amor puede ser mejor? Ya ha quedado dicho: el amor que contribuye a tu realización, que te lleva a ser más tú mismo. En la medida en que esto es así, este amor es saludable y prometedor. Lo que te empequeñece, te encoge y constriñe no sólo te aleja de ti mismo, sino del verdadero amor. No hay amor de verdad a cambio de ser menos tú. O es un amor cruel o es débil, o bien se reparte esto entre vosotros dos. El amor saca lo mejor de ti, expande tus capacidades, eres capaz de cualquier cosa… Pero construyendo, no destruyendo si no es para construir; integrando las distintas vertientes o aspectos de ti, no desarraigando unos de otros, reduciendo unos a otros, excluyendo todo lo demás; uniendo o separándose para unificarse en un nivel de perspectiva más completa, una visión más amplia.
Si una relación amorosa no se basa en una libertad inicial o no se dirige a ser más libres los amantes; si no te hace más libre —más tú mismo— y no te lleva a sentirte cada vez más libre —queriendo estar allí sintiéndote cada vez más libre—, entonces, eso no es estar enamorado, es otra cosa: dependencia, impotencia, refugio, necesidad, objetivo o meta, costumbre…, pero nunca amor verdadero, sino un tipo de relación tóxica. Un mal menor —no sentirse del todo solo, estar acompañado— en todo caso, mas no un bien en sí mismo.
Si una relación amorosa no está basada en el respeto mutuo —como toda relación humana auténtica, que pone de manifiesto la igualdad del otro como tú— y en una mutua comprensión esencial, no marcha por buen camino. Pero el respeto y la comprensión no sólo han de ser formales o supuestos, no sólo han de ser otorgados por uno u otro amante, sino que ha de ser notado así por los miembros de la relación. Porque la libertad o la comprensión no es hacia el otro, sino que es del otro, propia suya. ¿Y cómo, entonces, esto constatarlo y realizarlo? Contando siempre con cada parte, no dando nada por supuesto en el otro, sino escuchándolo siempre a él o ella; preguntando, observando, no tomando nada como ya hecho o logrado, sin alimentar nuestra propia auto-imagen del otro y el artificio imaginado de lo que él o ella necesita. Pero,¿comprenderse es estar de acuerdo, siempre pensar lo mismo y coincidir en todo? Ni mucho menos. Comprender es ser conscientes de lo que necesita el otro, captar qué busca, cómo lo busca, una comprensión de lo más importante suyo, desde su propia perspectiva; y sobre lo que no sea fundamental —cuando no haya coincidencia— saber de cada uno por dónde va, dónde se sitúa, esto ya es muchísimo.Comprenderse debe llevar, pues, a la conciencia mutua de nuestras diferencias y nuestras coincidencias. Y se puede decidir vivir juntos conociendo y respetando nuestras diferencias, pero no se puede convivir sin ser plenamente conscientes de ellas.
Imagen| Eros y Psique
Publicado en Homonosapiens