Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

miércoles, 23 de agosto de 2017

Parménides y la vía de la verdad

Parménides y la vía de la verdad

De los primeros filósofos de la tradición occidental -llamados filósofos presocráticos- solamente conservamos breves fragmentos de su pensamiento, generalmente hallados en las obras de otros autores posteriores, pero de Parménides de Elea podemos leer reunida una buena cantidad de versos del Poema donde expone su teoría racional (según Lógos) de la la Phýsis, su tratado sobre el Ser (acerca de todo lo que hay). Sorprende el elevado nivel de abstracción, por ligar metafísicamente la lógica, el lenguaje, el pensamiento y la realidad. Todo en Uno. El Ser es. “Lo mismo es ser y pensar”. Históricamente, dicen que pasa por ser la primera manifestación explícita del racionalismo occidental. La lógica de la razón señala la realidad. Sólo es aceptable racionalmente lo que es acorde a la lógica racional. A es igual a A (principio de identidad). A no puede ser no A (principio de no-contradicción). A o no A (principio de tercero excluido), pero es imposible a la vez afirmar A y no A. Un absurdo, una contradicción, algo imposible. Las reglas lógicas de la razón establecen las leyes de la naturaleza. Aquello que es natural que sea. Cualquier ley científica -de ahí en adelante-, al menos, ha de ser coherente, lógicamente aceptable, de lo contrario, no sería una ley científica. Aunque lo estemos observando... los sentidos nos engañan. Aunque lo estemos notando así en nuestro cuerpo, nuestros sentidos internos nos engañan.

Y la diosa me recibió benévola, tomó mi mano derecha sobre al suya, y me habló con estas palabras: “Oh, joven, que en compañía de inmortales jinetes y las yeguas que te conducen, llegas hasta nuestra morada, ¡bienvenido! Pues no es un hado funesto quien te ha enviado a andar por este camino (está apartado, en efecto, del paso de los hombres), sino Temis y Dike. Y ahora es necesario que te enteres de todo: por un lado, el corazón inestremecible de la verdad bien redonda; por otro, las opiniones de los mortales, para los cuales no hay fe verdadera”.

A pesar del aparente racionalismo, este Poema de Parménides Sobre la naturaleza (Phýsis) comienza con una larga introducción mítica (según Mithos). Una revelación de la diosa. Hay tres caminos posibles y sólo uno es la verdad: la consciencia de que lo que es, es; una cosa es idéntica a sí misma (principio lógico-metafísico de identidad). “El Ser es y el no ser no es”. Perogrullada, que es la base de nuestro pensamiento de la realidad. No podemos pensarla de otro modo, por lo tanto no existe nada de otro modo. La nada, el no-ser no es y es imposible que sea. Esta otra vía no te la aconseja la diosa. Lleva al absurdo racional, a la locura, a la autodestrucción humana, cuya naturaleza es racional por antonomasia. Tampoco, aquella a la que se ven abocados los seres humanos para tratar de sobrevivir en este mundo cambiante. Aún, al precio de volverse monstruos bicéfalos, a quienes una cabeza les dice que algo es, y otra que no es. El árbol es uno y no es uno, cambia. Pero, pasar del ser al no-ser (o viceversa) es un absurdo irracional ilógico. Visto desde un nivel superior de conciencia. La evolución y el crecimiento son apariencia, ni vida ni muerte, sólo el Ser es; siempre permanece uno e idéntico a sí mismo. Ésta es la Realidad. Profunda. En el fondo, todo es Uno, eterno, inmóvil presente constante. Permanente. Las formas se suceden, parece que cambian, que se mueven, pero el Todo no cambia ni se mueve. Pues, todo sucede dentro de ese Todo que es. El Todo, en cuanto tal todo, no cambia. Quien llega a comprender esto obtiene la sabiduría, pues ha seguido el camino de la verdad, única y auténtica. Eterna. Es un conocimiento divino, que sólo puede ser revelado por un dios a otro ser capaz de comprender, que por eso mismo, es también divino. Rezaba un principio griego muy antiguo: “Aquel que conoce y lo conocido, en el mismo acto de conocer se identifican”. Ha de ser parejo su nivel de sutileza, la mente y la realidad a la que atiende.

Podemos negarnos a ver lo que es, negarnos a aceptar las cosas tal y como son. Viviremos mal. Si algo es, no puedo decir que no lo es, no puedo quererlo. Me llevará a la neurosis, al sufrimiento. Si algo es, lo mejor que puedo hacer es aceptarlo tal como es. Un hecho, que ha sucedido, que está ahí. Por tanto, aquí y ahora. Presente. Lo mejor que puedo hacer es atenderlo como merece. Cuanto más me resista, más sufriré. La realidad es como es... Siento dolor por una pérdida, temor por lo que ha de venir, mi empresa ha salido mal, descubro que hay cosas que no dependen de mí... Lo primero, necesario, permanecer ahí, en la realidad, sin subterfugios ni huidas -esas ficciones o falsos paraísos que encontramos-. Y luego, navegar por ella, tal como es. Atravesarla, si es dolorosa. “El dolor es un túnel: / hay salida” (Josep M. Rodríguez). Al atravesar el túnel-dolor, llegaremos a la verdad del dolor, una ausencia de lo que verdaderamente es, de lo que somos -plenitud, paz, felicidad-, que ha sido removido por las circunstancias y, sobre todo, por una respuesta limitada mía, errónea. Me he basado en mis ideas y no en la realidad, en una imagen mental y no en lo que son las cosas. Primero, he de mirar y aceptar lo que es, también lo que estoy sintiendo; luego, ver y comprender mis ideas erróneas de lo que está sucediendo, en mí o fuera de mí; a continuación, dejar de identificarme con esa imagen que me he formado de la realidad, soltarla; y, finalmente, responder de una manera diferente a la situación, creativa. Creadora. No se producirá dolor. No dejará residuo del dolor, subterráneo, producto de la represión de lo que es, de lo que soy, viviendo lo que no soy. El ser es. El no-ser no es. Actitud. Aceptación.

Publicado en Homonosapiens