Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

viernes, 29 de septiembre de 2017

La pre-visión política


Todos somos políticos. Ciudadanos. Pero no cualquiera puede ser un político. Ejercer adecuadamente su función y servicio público. Comenzando por la capacidad de retirarse a tiempo y dejar el terreno libre a otros con mejores proyectos. Capacidad que, por consiguiente, ha de ir acompañada de esta otra: reconocer que los demás pueden tener ideas tan buenas como las mías, o incluso, mejores. Ya sabemos que el profesionalismo en la política es una de las desviaciones que mayores males nos procura. Nos detendremos, a continuación, en la necesaria creatividad o capacidad para mirar las situaciones desde una perspectiva nueva, que facilite desarrollos alternativos a una dificultad o problema. Y esto nos hace tanta falta en política... Pero se requiere a su vez altura de miras. Una visión más amplia que la acostumbrada, que permita tomar decisiones en el largo plazo, de modo que no se ahoguen nuestras decisiones, prisioneras del día a día. Así, no parece muy conveniente aplicar en exceso la ley del Gatopardo. Solamente nos valdría durante un tiempo, ese inmovilismo y la conservación de lo que hay, conmigo dentro. El conservadurismo, de izquierdas o de derechas. Tendría los años contados o, como mucho, las décadas. De hecho, no hay nada en el mundo, ni en el universo, que no cambie. Todo cambia y el cambio político es de lo más fácil de comprobar que cambia, y cambiará. Y si todo cambia en esta vida, no es tan extraño que yo cambie -como dice la canción- con la sociedad conmigo dentro. Por esta razón, un requisito mínimo que se le puede exigir, no ya a un político, que de éstos hay miríada, sino a un buen político, es su habilidad en el arte de gobernar las crisis para que se cimente con robustez un futuro social más halagüeño.

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